«Proteger a la infancia en el deporte es el mayor proyecto que tenemos como sociedad»

Iñaki Alonso en una jornada sobre el proyecto de ley del deporte celebrada en el Congreso de los Diputados. Foto cedida por el Parlamento.

Estos días, Iñaki Alonso Romero está recomendando la película Slalom: “Película de obligado visionado para todas las personas que quieran comprender cómo funciona la violencia sexual contra la infancia en el deporte”, ha escrito en LinkedIn.  Iñaki es responsable del departamento de Protección a la Infancia del Athletic Club desde hace tres años y, por este motivo, si nos aconseja la película es porque refleja fielmente una realidad que, a pesar de toda la información que tenemos para acabar con ella, persiste; y a la que Iñaki mira de frente para combatirla.

—Después de tres años como responsable de protección a la infancia en el Athletic Club, ¿podemos decir que ya se ven resultados positivos?

—Sí, claro. El deporte es importante para los niños y para las niñas, un sitio donde tienen que sentirse libres, un espacio de confianza para poder desarrollarse, para que puedan hablar de cosas que les afectan y donde estén rodeados de personas que sean conscientes de eso. Ahora, en el Athletic Club hay un cambio de actitud de los entrenadores y de las entrenadoras porque ven que, efectivamente, tienen esa responsabilidad y que hay niños y niñas que les cuentan ciertas situaciones que viven en el colegio, en casa, con la familia… Poco a poco se va avanzando y gracias a nuestro programa los niños y las niñas tienen a alguien en quien confiar para decir: Oye, me pasa esto y me gustaría que me ayudaras.

—¿Qué les preocupa a los profesionales que entrenan a menores?

—Bueno, cuando ven que hay algún chico o chica que no está entrenando bien lo comentan y entonces hablamos con ellos y en algunos casos descubrimos que tienen situaciones en casa, en el colegio, en las redes sociales, en su cabeza… que les preocupan.

—¿Qué clase de situaciones?

—Son preocupaciones muy específicas y que tienen que ver con violencia, con relaciones personales, con identidad sexual… con muchas cosas.

—Supongo que es difícil abordar los casos que se dan en entornos ajenos al Athletic Club y que dependen de las actuaciones de otros adultos: el colegio, el hogar…

—Desde luego no está en nuestra mano resolver el problema porque igual es un problema que tienen en casa, que tienen en el colegio, que depende de la actuación de otras personas… pero lo que sí es importante para ellos es tener una sensación de que lo pueden contar, de que pueden hablar y de que se pueden liberar. Eso es muy importante y con eso solo ya cambian de actitud, ya no están tan apagados y entrenan mejor, independientemente de que el problema siga persistiendo en muchos casos. El tener ese espacio para poder visibilizarlo y hablarlo es una ayuda muy importante para ellos y para ellas.

—¿Sientes impotencia al no poder solucionar esos problemas que sufren los menores en sus casas o en sus colegios?

—No. La única impotencia que puedes experimentar como profesional es sentir que no has hecho todo lo que debías hacer. Hay niños y niñas que tienen problemas en sus casas, los hay que tienen dificultades con el entrenador o con la entrenadora, o que tienen problemas con ellos mismos y con sus relaciones, en el colegio… y este es un tema de todos. La clave en cualquier ámbito de la protección a la infancia es poner a la niña o al niño en medio para protegerlos. Vivimos en una sociedad en la que seguimos teniendo miedo de actuar y nos decimos: No, este no es un tema mío. Y lo dejamos. Mientras sigamos mirando a otro lado habrá niños que seguirán sufriendo.

—¿Nunca habéis sufrido reproches de los padres por hablar con sus hijos de cosas que a lo mejor consideran privadas o no tan graves?

—En esta sociedad, la familia sigue siendo un espacio completamente privado en el que el niño y la niña es, entre comillas, propiedad de la familia. Es un espacio donde se siguen escuchando frases como: A mí no me tienes que enseñar cómo educar a mi hijo, y ese tipo de cosas.

—¿Cómo abordáis esto cuando os dicen algo así?

—Respetamos sus opiniones, pero también les transmitimos la nuestra. Me ha ocurrido encontrarme con personas que incluso desde la buena voluntad no son conscientes de que pueden estar dañando a sus hijos.

—¿Puedes darme ejemplos de comportamientos violentos que están normalizados, a los que no les damos la importancia que merecen?

—Sí, claro. Por ejemplo, cuando un menor está siendo violentado durante mucho tiempo, lo que hoy se llama bullying, se normaliza, se deja pasar. Se suele decir: Que lo resuelvan entre ellos, es una broma, no sé por qué te lo tomas tan a pecho… ese tipo de cosas. Se normaliza resolver los conflictos violentamente. Si vas por cualquier carretera podrás ver cómo los conductores resuelven los problemas de tráfico mientras hay menores sentados detrás. Hay un anuncio argentino que está muy bien en el que un padre lleva en el coche a su hija y ella le cuenta que tuvo un problema con otra niña, que discutieron y que se pegaron. Entonces el padre le explica que no hay que pegarse, que hay que resolver las cosas hablando. Pero, de repente, mientras conduce, él tiene un problema en un ceda el paso, sale del coche y empieza a gritarse con otra persona. Eso es normalizar.

—Hace poco leí unas declaraciones tuyas en las que te quejabas de que tras la entrevista que hizo el periodista Jordi Évole al cantante de rap Morad la gente solo comentaba la gran cantidad de dinero que gana este artista en lugar de hablar sobre la desprotección que sufrió de niño, cuando lo apartaron de su madre y pasó a ser responsabilidad del sistema público.  

—Busca en Google explotación sexual de menores que dependen de un centro público de protección. Mira cuántas noticias salen sobre niños y niñas que están en un centro de protección de menores y que tienen un índice de delincuencia alta o de problemáticas importantes. Se trata de centros enormes en los que, debido a la falta de recursos, los menores no pueden disponer de un acompañamiento adulto con referentes fijos, en un ambiente más familiar. No es un problema de administración, sino un problema del sistema. Se debe reflexionar sobre esos centros de protección, independientemente del esfuerzo tan enorme que hacen muchos educadores, que tienen un compromiso brutal. El sistema tiene que cambiar.

También estos días, a propósito de la guerra que Rusia ha emprendido contra Ucrania, Iñaki Alonso ha publicado algunas reflexiones sobre el desamparo que sufren los niños y las niñas, al igual que las madres que los acompañan en la huida de los conflictos. Y, como ocurre con la violencia en el deporte, sabe de lo que habla: es experto en derecho internacional y en acción internacional humanitaria.

Iñaki estudió Derecho en Bilbao y después se especializó en ayuda humanitaria. Durante la carrera, conoció al hombre que, quizás, fue determinante en su vida.

—Qué importante es tener buenos profesores ¿verdad?

—Siempre. En mi caso, la asignatura de Derecho Internacional Público, en tercero de carrera, nos la impartía uno de los mejores profesores que he tenido: Jaime Oraá. En esa asignatura había una parte sobre los derechos humanos y él no se limitaba a dar la clase, sino que se organizaron reuniones, sesiones de trabajo, de investigación… Enseguida tuve claro que me iba a dedicar a eso y que no quería ejercer. Jaime Oráa era una persona que impartía la asignatura de una manera diferente a los demás profesores y eso se notaba; se nota que cuando cuando ves a un profesor que no te transmite solamente el marco teórico de algo, sino que te transmite su experiencia, su vivencia y su compromiso por el tema. Él no te transmitía solo conocimiento, sino también información y opinión personal, te hacía reflexionar. Y eso es muy importante. Nos hacía pensar.

—Así que te especializaste en derechos humanos.

—Sí, cuando terminé la carrera hice el postgrado Experto Internacional de Ayuda Humanitaria y estuve en un curso intensivo en Suecia, luego en Francia y, finalmente, en Bilbao. Así que cuando terminé Derecho hice el postgrado y luego empecé a tener alguna experiencia práctica por el mundo. Fui a Perú en periodo práctico. Estuve en el norte, en la frontera con Ecuador, con una organización que se llamaba Diaconía, que trabajaba fundamentalmente en asistencia legal a personas encarceladas y en la promoción de los derechos de infancia. Después regresé a Bilbao y como en el País Vasco tenemos un programa de becas que ayuda mucho a que las personas se vinculen con la ayuda humanitaria, lo aproveché y me fui con UNICEF a Cuba. Estuve dos años en Cuba en el departamento de especialistas en Derecho y trabajé fundamentalmente en proyectos educativos y otros relacionados con la promoción de los derechos a la infancia.

—Actualmente hay muchas guerras y conflictos violentos: Ucrania, Siria, Palestina, Argelia, Marruecos, Etiopía, Mozambique, Libia, Yemen… ¿En estos momentos estás en activo como experto en ayuda humanitaria o estás centrado en tu trabajo en la protección de la infancia en el deporte?

—Esto no lo dejas nunca porque no es una profesión, sino una vocación. Ahora trabajo para prevenir la violencia en el ámbito del deporte y para hacer que este tema sea importante, pero estoy atento a cualquier tema que afecte a los derechos de la infancia en el mundo. Cualquier guerra es mala, y los niños y las niñas son el colectivo más afectado. 

—¿Tienes entre manos algún proyecto a largo plazo?

—Sí, en acompañar a personas que se quieren formar como responsables de protección de la infancia en las entidades deportivas. Creo que ese es el mayor proyecto que podemos tener ahora como sociedad. Como tuve la suerte de ser el primero en hacerlo en un club de élite, me gustaría ayudar a que otras personas se formaran. Con la aprobación de la nueva ley de protección a la infancia va a ser obligatorio que haya personas preparadas en los clubes, por lo que habrá necesidad de profesionales que se dediquen a esto. Me gustaría mucho estar en este proceso de acompañamiento para motivar, formar y sensibilizar.

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