Los tacones de la ministra

Los tacones de la ministra Ana Pastor jamás viajan solos. A su lado, o tal vez detrás, siempre los acompañan otros incisivos más pesados y afilados, más punzantes si cabe. El problema es que no se ven a primera vista. Y no se ven porque cuando los tacones de la ministra de Fomento salen de Madrid, lo hacen a lo grande: de inauguración o promoción, abanicando al personal con ese vaivén ministerial que parece haber sido tocado por Dios. Pisando fuerte para llamar a filas. Machacando asfalto para hacer ruido. Sin embargo, no hay que dejarse engañar. Los tacones de la ministra siempre llevan peso extra. En el caso de su visita a Santa Cruz de Tenerife podríamos decir que por cada paso que daba no sonaba una pisada sino tres. Es decir, mientras sus zapatos inauguraban la nueva terminal de contenedores del puerto tinerfeño, los ecos que producían al caminar se entretenían en la escollera de San Andrés y en las tasas aéreas que castigan Canarias. Y no había que ser muy fino de oído para percatarse de lo que la ministra arrastraba. Bastaba con alejar la mirada de sus pies y posarla en el presidente del Gobierno regional. Y es que Paulino Rivero anda hace meses mostrando a Fomento heridas abiertas. Entre ellas, el encarecimiento de las citadas tasas, que endemonian al sector del turismo y empequeñecen la economía del Archipiélago. “El peor Gobierno de la historia”, llamó Rivero al equipo de Mariano Rajoy hace tan sólo dos días. Y ahora, ayer, lo tenía junto a él en forma de mujer. La mujer que no sólo entorpece aterrizajes, sino que también colecciona decepciones en Santa Cruz. Por ejemplo, el retraso de la construcción de la escollera de San Andrés, un barrio harto de soportar aguadillas cada vez que el mar estornuda. Un pueblo cansado después de 40 años de espera. Al menos, sobre este asunto la ministra ofreció una buena noticia: ya tiene dinero para hacer la obra. Y con esta inesperada suelta de información, nada más airearla en voz alta, Ana Pastor pareció quitarse una preocupación de encima. Incluso parecía caminar más ligera y feliz. Yo diría que hasta lanzó un guiño a sus tacones: “Muchachos, esta vez nos vamos por la puerta grande”.

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