Haciendo ‘crowdfunding’

El abrigo que proporciona un corrillo de amigos es de lo mejor que hay para entrar en calor. Es como un plumas o un cortaviento The North Face. En corros así he capeado temporales y he brindado por el futuro. He toreado más de una crítica y he criticado hasta hacerme sangre. Pero, sobre todo, en esos ruedos me inicié en el maravilloso mundo de la financiación colectiva. Solo quien ha sido miembro de un buen corrillo de amigos sabe lo que eso significa. Las implicaciones que conlleva. Para quien no tenga ni idea, la cosa funciona de esta manera: tú y tus colegas salís merendados y peinados de casa, con la hora de vuelta engrilletada al tobillo y las miradas de vuestras madres clavadas en la nuca. A zancadas por la calle, vais dejando atrás esquinas y farolas, mientras los vecinos del pueblo os ven pasar bajo sospecha y piensan: qué tramarán estos. Minutos después os encontráis en la plaza y, alejados de todo, formáis el corro. Entonces, con las cabezas muy juntas y las puntas de los pies formando un cónclave de colores, os metéis las manos en los bolsillos y váis sacando monedas hasta reunir lo que se pueda. Hay que tener claro que siempre habrá algún colega que no tenga un duro. Pero dentro del círculo no se hacen reproches. Y si se hacen, no van en serio. Una vez con el dinero al descubierto, por fin tenemos el montante, el que sea. Ahora solo queda invertirlo. La inversión es muy personal. Cada corro tiene sus preferencias, que pueden ir desde una bolsa de golosinas hasta un paquete de cigarrillos, pasando por unas latas de cerveza o un puñado de petardos. Da lo mismo. Eso es lo de menos. Lo importante es que así comencé a dominar la financiación colectiva, que hoy en día se llama crowdfunding, cuestación popular o micromecenazgo. Es lo último de lo último para hacer realidad proyectos empresariales a través de las redes sociales. En Santa Cruz ocurrirá algo parecido el domingo. El Ayuntamiento ha llamado a filas para despertar a la ciudad a base de animación al aire libre, y ha conseguido que casi dos mil comerciantes abran ese día. Se trata de un esfuerzo grupal. De colaborar con lo que uno pueda para levantar el ánimo a la capital. Y a eso yo me apunto.

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