La música de la que puedo hablar es de muy corto alcance. Casi íntima. Diría que insignificante. Con la música me pasa como con otros muchos asuntos importantes: que no logro retener la atención. Ni nombres, ni apellidos, ni fechas. Nada de eso suele entrar en contacto conmigo. Ni en traje de diario ni vestida de domingo. Yo sobrevivo más bien a base de sensaciones. Y si jugamos con estas reglas, si partimos del punto de vista más abstracto de la vida, sí puedo hablar de la música. Pasé parte de los 90 metida en un estudio de grabación, viendo entrar y salir grupos y solistas. Artistas que consumían las horas repitiendo un acorde o un estribillo hasta que daban con la perfección o con el fin de la noche. Perdí esos años distraída con las luces de las mesas de mezclas y entrevistando a cantantes detrás de los escenarios. También, sentada en el suelo de muchos garajes, sufriendo el pop y el rock en sus ensayos. E incluso husmeando en los estudios de los 40 Principales y Cadena Dial. Por eso, ahora me enfrento a la música con la vista algo cansada y con un cierto regusto a alcohol del malo. Sin embargo, el miércoles, cuando Santa Cruz encendió las luces del salón para dar la bienvenida a los premios Cadena Dial, me acordé de todo aquello y me entró morriña.Y eso que mi experiencia poco tiene que ver con el espectáculo que tuvo lugar en el Auditorio de Tenerife. El ambiente del que hablo no es ambiente para políticos ni gente de etiqueta. Pero, aún así, la gala del miércoles sí que me hizo preguntarme dónde está la música de aquí. Dónde empieza la pista del circuito musical chicharrero. Dónde se puede asistir a los conciertos de los grupos locales. Si gozan de buena salud. Si se sienten arropados. Si tienen público. Si tienen ideas. Si se acomodan en el rock, en el pop, en el rap, en el heavy, en el mestizaje, en el purismo, en la novedad, en la anarquía o en las cervezas. Si hablan español o inglés. Si aspiran a quedarse o maldicen por tener que salir. Un amigo dice que Santa Cruz podría ser capital de la música. Exagera. Cada ciudad tiene su momento. Y, según lo veo yo, aún no le ha llegado el turno a esta. Para que le llegue faltan cosas. Faltan fans.Tantos como le sobran a Melendi.