Hace 15 años, cuando me instalé en la capital tinerfeña, todavía llegaba La Vanguardia a los quioscos. Yo solía comprarlo los domingos junto a un par de rotativos más y tomarme un café mientras leía las noticias internacionales, las únicas que consumía con inconfesable placer. Como ejemplo del deleite sólo diré que este ritual me dio tan fuerte y me llevó tan lejos, que incluso mi humor llegó a depender de él. Desgraciadamente, poco después La Vanguardia dejó de llegar a Santa Cruz y a mí se me fueron las ganas de seguir con el ceremonial. Me da cierta pena pensar en aquellos días porque, entre otras cosas, la única portada que he arrancado en mi vida para guardarla fue precisamente una que brindó al mundo ese periódico catalán el domingo 11 de abril de 1999 en su Revista. Y es que, a veces, no sé muy bien por qué, algo que apenas roza a los demás, impacta de lleno en otros y se queda de por vida. Y justo eso es lo que me ocurrió con esa primera página, ocupada en su totalidad por una secuencia de dos fotos y el titular: “Nunca más”. El primer “nunca más” que me atravesó el cerebro. Por aquel entonces, en Europa la guerra se centraba en los Balcanes y La Vanguardia apostó por la imagen de un padre en lágrimas y su hija momentos antes de que tomaran un avión rumbo a Turquía, como miles de refugiados más. Aquellas dos fotografías me cortaron el desayuno y el día, y fue cuando decidí guardar la página. Catorce años después, esta semana he sentido algo parecido al saber del desmayo de una joven en Santa Cruz debido a que llevaba varios días sin comer. Con su hijo de dos años de la mano, la mujer se desplomó en la avenida del Carmen, dejando impreso allí mismo su decoro y timidez. Dicen que le daba vergüenza pedir. Y a mí eso me ha tocado de veras. El caso es que entre aquel 11 de abril del 99 y esta semana se acumulan millones de crímenes en el mundo. Miles de millones de desgracias. Sin embargo, ha sido la noticia de esa joven la que me quitó ayer el deseo de terminarme el café. No sé la razón. Lo que sí sé es por qué me ha sentado mal el cortado de hoy, cuando he leído la reacción de la concejal de Servicios Sociales animando a las personas a que no tengan vergüenza de pedir ayuda. Un discurso de nivel.
Me ha impactado tu artículo Sol. Es una pena que tengan que seguir siendo portada de revista o periódico este tipo de noticias, que algunos países mejores sus balanzas de ingresos y gastos a través de la venta de armas y que en el entretanto sigan aumentando a ritmo supersónico las diferencias entre clases sociales en los países desarrollados, no digamos en los subdesarrollados.
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Así es Carmen. Gracias por tu comentario.
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