A Santa Cruz se la puede entender de muchas maneras. Una de mis preferidas es cuando se convierte en escenario. Cuando eso pasa, la vida parece más cómoda. Sólo hay que sentarse y observar lo que ocurre encima de las tablas. Eso es todo. Desgraciadamente, esta ciudad se repliega muy pocas veces. En muy raras ocasiones exhala resignación. Casi nunca reniega de ser contenido para transformarse en continente. Muy al contrario. Siempre protagoniza datos que criticar y chismes a los que atender. Sin embargo, hace dos meses me dio uno de esos escasos momentos en los que relaja pulsaciones y se deja hacer. Hace dos meses, la capital tinerfeña cerró su boca y se limitó a ser escenario de alcaldes. De los 88 alcaldes de Canarias. Y eso eclipsa mucho. Tanto como 88 arcas públicas semivacías; 88 poblaciones con parados, desahuciados y dependientes sin recursos; 88 sacos de problemas. En resumen, la Federación Canaria de Municipios celebró aquí su Asamblea General, y varios taxis y coches de oscuro porte oficial treparon por la empinada 25 de Julio para dejar a los 88 representantes municipales en la puerta misma de la sede de la Federación. Fue todo un acontecimiento ver pasar por ahí los quebrantos económicos y sociales de Telde, Tacoronte, Puerto del Rosario, Alajeró, Breña Alta, Haría, El Pinar… Y así hasta completar el teclado de un piano. Los mandatarios subieron las escaleras con las cuentas claras y el indeleble porvenir de sus municipios grabado a sangre, y se sentaron a debatir la situación económica, que viene envuelta en curvas. Reunidos en una sala, tal vez con algún refrigerio que echarse a la boca y alguna bebida con la que tragar saliva , 88 mentes políticas depositaron sus encargos, aprobaron lo que tenían que aprobar, y se volvieron por donde habían veni- do. Eso sí, cada uno se marchó con su regalo de Navidad, cortesía de la Federación. Y como, en definitiva, la Federación somos todos, pregunté sobre el obsequio.
– “Es un maletín”, me informaron en recepción.
Minutos después, los alcaldes fueron saliendo uno a uno con sus maletines en mano y la certeza de que 2013 será un año malo. Y Santa Cruz bajó el telón.