Sesiones urbanísticas

Santa Cruz asomó cabeza en el siglo XXI con aspiraciones urbanísticas espabilándole el sueño. Desempolvó solares con apellidos de arquitectos internacionales. Avivó inversiones con proyectos que tenían por objetivo magnificar barrios y enorgullecer almas. Se miró al espejo y se imaginó diferente. Se esbozó más joven, más dinámica, más ambiciosa, más alegre, más admirada. Yo recuerdo bien esa Santa Cruz. Esa capital que de repente se desperezó a base de urbanismo. Esa ciudad que comenzó a dar titulares de gran prestancia y a llenar páginas de periódicos con kilos de arquitectura. Los primeros años del XXI fueron años en los que aprendimos a pronunciar el nombre de Dominique Perrault, pusimos cara a Jacques Herzog y a Pierre de Meuron, descubrimos a Alejandro Zaera-Polo y volvimos a ver a Santiago Calatrava trastear por Cabo Llanos. También nos aplicamos lo nuestro para saber reconocer las diferencias entre un anteproyecto, un proyecto básico y un proyecto de ejecución. Fue todo un esfuerzo de asimilación. Un entretenimiento continuo que consistía en crear ciudad, pensar ciudad, hablar ciudad. Sin más, a los periodistas nos cayó encima la responsabilidad de traducir inspiraciones y anhelos, y edificamos con letras un World Trade Center, una catedral chicharrera, una enorme playa en pleno centro de la ciudad, un puerto para cruceros y yates de lujo, un litoral de kilómetros y kilómetros de ocio y esparcimiento. Incluso el Ayuntamiento empezó a celebrar el Día Mundial del Urbanismo cada 8 de noviembre, y sus responsables viajaron a París, Basilea, Londres y Nueva York para tomar apuntes. Definitivamente fue toda una experiencia pasar por aquel parto de ideas y visionados, y estuvo bien asistir a aquellas sesiones de grandes documentales urbanísticos. Sin embargo, hacer ciudades también supone otras muchas cosas. Por ejemplo, la rehabilitación que se está llevando a cabo en el barrio de Miramar con el asesoramiento de estudiantes de Ingeniería de la Edificación y Trabajo Social. Universitarios cuya misión es la de formar a los vecinos e implicarlos y responsabilizarlos en esa reforma. Porque, al final, la ciudad es la convivencia entre sus ciudadanos. Y eso se solía hacer con los pies en el suelo.

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