
Hay contiendas que se originan para permanecer irresolubles toda la vida. Altercados empecinados en perdurar. Asuntos que acaban encajados agenda tras agenda y no hay año ni lustro ni década que consigan tacharlos del calendario. Si yo tuviera que destacar uno, apuntalaría el clásico y nunca suficientemente reconocido problema entre los edificios de Santa Cruz que amenazan con desplomarse y los ciudadanos que andamos empeñados en no morir de un golpe en la cabeza. Por desgracia, esta vieja aversión de ademanes generalmente contenidos viene avalada por la actualidad: El derrumbe de una vivienda en el barrio de La Salud. La casa, cansada de aparentar entereza, decidió no dejar pasar el fin de semana sin mostrarse al mundo tal y como es y eligió el domingo para destapar sus secretos. Mal día para hacerlo. Casi mata a dos personas. Pero en esto del desahogo nunca se sabe. Aliviar penas largamente reprimidas puede ser, de lejos, la peor terapia de choque si coge a alguien por delante. Y otra cosa no, pero en la capital tinerfeña hay unos cuantos edificios que pasaron la madurez hace tiempo e intentan sobrevivir a la vejez más extrema a base de corsés. Por ejemplo, y sin necesidad de pensar mucho, me vienen a la memoria dos casas ubicadas en el centro. Una en la calle Santiago y otra en la calle La Rosa. Cada vez que paso por delante de estas dos reliquias, las dos me muestran sus vahídos como su fueran señoritas de buenos modales y pañuelos de delicados bordados y finas puntillas. Parece como si de verdad no se dieran cuenta de que se caen a pedazos. Como si aún creyeran que su porte y abolengo no necesita reparaciones. Claro que tampoco nadie les ha puesto un espejo delante. La demanda de la Federación Canaria de Municipios, que en 2006 abogaba a gritos por una obligatoria inspección de edificios en cada pueblo y ciudad, se quedó en nada. Por lo tanto, estas casas nunca han tenido a alguien a su lado que les devolviera la cordura. Tampoco el Ayuntamiento de Santa Cruz ha cumplido plazos, ya que lleva desde verano prometiendo la citada inspección. En definitiva, esta contienda urbanística sigue sin resolverse.
Me encanta! Yo también vivo en el Toscal, en la calle San Miguel y soy seguidora del deterioro del patrimonio arquitectónico y de la vida del barrio en general. No puede expresarse mejor. Te seguiré a menudo!
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