En Santa Cruz de Tenerife las castañas asadas no apetecen porque haga frío. En Santa Cruz de Tenerife las castañas asadas apetecen porque son castañas. Y para aclarar el asunto nada mejor que ponernos a hacer fracciones: si a la capital tinerfeña la dividimos en cinco partes, yo diría que sólo una quinta – tal vez menos– es pura frialdad. Y es que Santa Cruz es una ciudad donde el calor no se va ni acribillándolo a tiros. Es más, se trata de una ciudad que cuando al fin puede celebrar la retirada del bochorno, el festejo tampoco es para tanto. Porque frío, lo que se dice frío, no hay demasiado por aquí. Por eso, el brote de puestos de castañas que estos días aromatiza y ahúma las calles de la capital lo achaco más a la temporada de cosecha que a la necesidad de calentarnos el cuerpo con algo. Y no me quejo. Espero que eso siga así por muchos años, que los castañeros no sean sustituidos por carritos de perritos calientes gringos, y que incluso se potencie la tradición con puestos más acogedores en lugar de las chapas metálicas de las que están hechos ahora. La capital tinerfeña debe vender castañas asadas aunque andemos por ahí en mangas de camisa, sudando fuego o tosiendo calima. Y si hace falta adoptar un frío subjetivo para unir con una bufanda los puestos de castañas con una gélida Navidad, pues también podemos hacerlo. Porque, bien pensado, cada uno interioriza el frío como le viene en gana. Por poner un ejemplo, las personas que estos días son estigmatizadas con la indeleble tragedia del desahucio viven este otoño con una sensación térmica algo trastocada. Se diría que padecen escalofríos crónicos y una hipotermia cuesta abajo y sin frenos. Si el calor aprieta, ellas no lo notan. Si ven castañas al fuego, sólo piensan en lo bien que les vendrían para calmar tembleques. Es lo que tiene que los bancos te echen de casa. Que a uno se le queda mal cuerpo y no hay manera de subir temperatura. Al final, a las calles de Santa Cruz de Tenerife no sólo le brotarán puestos de castañas, sino también tiendas de campaña. Y cada uno que aguante su frío, sea el que sea.