Adivina mi nombre

Yo pasé una época de mi vida en la que lo único que hacía era ver cómo mis amigos caían en las garras de Mick Jagger. Uno a uno, y con ellos yo, fuimos alejándonos del formalismo de los sujetos, verbos y predicados, y nos metimos de lleno en las metáforas, alegorías, ironías, paradojas, símbolos y frases rotas o a medio hacer que nos proporcionaba aquel inglés. Nos metimos tan de lleno, que acabamos sintiendo gloriosa y sincera simpatía por el misterioso millonario de buen gusto y mejor clase que con tanta maestría recreó Jagger y que tanto eco ha producido a lo largo de la historia de la humanidad. Precisamente la otra noche, mientras veía pasar por el centro de Santa Cruz el catálogo completo de Hallowen, volví a pensar en ese personaje de abultada billetera y elegante vestir al que un día cantó el líder de The Rolling Stones. Al tiempo que brujas, calabazas asesinas, monstruos de película y víctimas ensangrentadas desfilaban por el Puente Serrador, yo pensaba en lo bien que aquel individuo nos ha enseñado a subdividir el terror hasta hacerlo desaparecer. Por poner un ejemplo, sabemos que en Canarias hay 380.000 parados. Que los bancos de alimentos necesitan más alimentos. Que los desahucios provocan suicidios. Que aumentan las ventas de los artículos de lujo. Que muchas personas no pueden comer suficiente carne ni pescado. Que la educación ya no es para todos. Que la sanidad se paga. Que los derechos son para unos pocos y las obligaciones para todo Dios. Eso, por pensar a lo grande. Pero luego, archivados en carpetas más pequeñas, se encuentran los acontecimientos locales. Así, Santa Cruz amaneció ayer con la agonía de un perro maltratado y metido en una maleta para que muriera poco a poco de asfixia. Y hoy la ciudad desayuna con 11.000 euros menos, que son los que el Ayuntamiento se gastó en copas la noche de la Gala de la Reina de 2008. Que, bien pensado, a mí me llegan a ofrecer una de esas copas y me la bebo sin respirar. Y es que los caminos de ese misterioso millonario son inescrutables. Como él dice: “I hope you guess my name. Oh yeah”.

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