Lograr la compostura de un mal día, de un día aciago y herido, es muy difícil. Para conseguirlo hay que andar ágil en el arte de recoger del suelo los pedazos de miseria. Y no sólo eso. También hay que ser muy resuelto en el oficio de recomponerlos con éxito. Porque lograr la compostura no es cualquier cosa. Por ejemplo, no es cuestión de suerte. Ni tampoco depende del dinero que se tenga en el bolsillo o de la voluntad que se ponga en el intento. La compostura real, la que deja cierta paz por dentro y no produce úlceras, viene dada por el tiempo que uno haya dedicado a analizar bien la vida. Por eso resulta tan fácil perderla y tan complicado mantenerla. Y si ya es así de arduo remendar un sólo día de mal pisar, me imagino lo que costará amarrar la mala leche y los nervios acumulados a lo largo de más de una semana de maldita mala suerte y peor agüero en suelo extranjero. Me refiero a la condena sin culpa que sufren los diez marineros turcos varados en el Puerto de Santa Cruz, prisioneros en su propio barco, sin posibilidad de pisar tierra o estirar piernas, alejados de sus familias, abandonados a bocajarro por su empresa y por Extranjería. Me apuesto un millón a que estos hombres deben ser grandes bebedores de vida, a morro y sin servilleta. Grandes encajadores de lo que pasa por el mundo. Magníficos comprendedores que han curtido sus agallas y paciencia a base de maniobras entre la humanidad. Y me apuesto un millón a que saben de compostura más que cualquier patrón. Pero la compostura no es sumisión. Y ayer, desde cubierta, pedían ayuda en inglés: We need help!. Socorro para ser atendidos como seres humanos y no como mercancía defectuosa. Socorro para volver a sus casas, que es donde quieren estar, por muy paraíso que sea Tenerife y muy capital del paraíso que sea Santa Cruz. Y es que no hay mejor lugar donde plegar piernas y poner los pies que en tu propio sofá, que además habla tu mismo idioma y sabe cómo te gusta el café. Estos diez marineros no entienden español, pero sí las injusticias. Estos diez marineros son víctimas de la bancarrota y la infamia. Estos diez marineros no han venido a vengarse por lo de Lepanto.