Lo que me separa estos días de mi amigo, el aliado con el que compartí sueños y legañas de Instituto, son 300 euros por aire y 260 por mar. De vacaciones en Gran Canaria, él y su pareja querían aprovechar su paso por el Archipiélago para darse un salto a Santa Cruz, un garbeo de ida y vuelta, un paseo por la ciudad, el placer de recordar viejos tiempos, el gustazo de un beso, el lujo de unas cuantas confesiones. Querían darse tantas cosas en esta capital aislada que mi vida mejoró sólo con imaginármelas. Sin embargo, el día que podían venir también se apuntaron al viaje los 300 euros en avión y los 260 euros en ferry. Demasiado peso para una jornada. Demasiada carga. Por lo tanto y sin remedio, antes que darme el hola mi amigo me lanzó el adiós.
– Creo que lo vamos a posponer. Al final vendremos un lunes de noviembre y nos iremos el martes, porque desde Madrid nos cuesta ¡19 euros! Muy fuerrrrrte. No te preocupes, que el mes que viene vamos seguro.
Así fue como sonó el portazo. Y aunque del golpe perdí por un momento la consciencia, creo recordar que me quedé un rato en el Puerto de Santa Cruz, mirando hacia el horizonte, pensando en la libertad. Pensando también en el tramo de autopista que ayuda al Norte a introducirse en la capital tinerfeña. Un tramo que muchas veces ofrece una impresionante imagen azul de Gran Canaria. Una estampa que parece tan cercana que se diría que está a cuatro brazadas de distancia. Pero no. Santa Cruz está lejos de todo. Lejos y cara. Los malos gestores del transporte la han hecho anacoreta, endogámica, etnocentrista, ‘alejaamigos’, ‘revientaamores’. La han convertido en epílogo antes que en prólogo, en el no por delante, en un monólogo de aficionados, en un diálogo de besugos. Mi amigo me preguntaba el porqué de este divorcio entre islas, la razón de estos precios, el motivo, el móvil. Pero a mí, que seguía mirando hacia el horizonte, pensando en la libertad, se me ocurrían tantas cosas que decirle que no le dije nada. Esteban, esto es así. Lo puedes odiar o lo puedes amar. Pero esto es lo que hay. Tú vuelve en noviembre, que te espero.
Pues nuestra realidad es así. Quizá, no con el tono poético que la describes. Más cruda. Hago Madrid este fin de semana por 55 euros (más de 1000 Km). He comprado un Lanzarote para diciembre por 75 (supermini, obvio muchos menos km).
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Es increíble. Viajar entre islas debería ser como ir en tranvía o en guagua.
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Como dice Sol: ¡Es increíble! No tiene ningún sentido.
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