A continuación, y para todo el público: el número 6 de la Calle Rheins Chazze de Basilea, Suiza. Allí, en esa dirección a la que llega la línea 11 del tranvía, y tras una puerta de hierro muchas veces agujereada, los arquitectos Jacques Herzog y Pierre De Meuron guardan los trazos de la mayoría de las obras más relevantes que se han hecho en Santa Cruz en los últimos años: la Plaza de España, la Alameda del Duque de Santa Elena y el TEA. Tres espacios que fueron conquistados de inmediato por los ciudadanos de la capital tinerfeña, que son los que, en definitiva, deciden si algo mola o no. En estos casos en concreto, el éxito que han tenido viene avalado por el cartel de completo que cuelgan a menudo. Y aunque el Ayuntamiento no ha sabido sacar todo el provecho estético y funcional al estanque de la Plaza de España, éste se ha convertido ya en una especie de malecón, a falta de uno auténtico donde colgar los pies y comer pipas. Porque el acercamiento al mar ha sido eternamente aplazado por unos y por otros. Santa Cruz es secano. La única esperanza de romper diques queda relegada a la ejecución de otro de los proyectos paridos en el número 6 de la Calle Rheins Chazze de Basilea, Suiza: el Muelle de Enlace y la Marina. En ese estudio de arquitectura que aglutina cinco pequeños edificios y amontona las bicicletas de los más de cien empleados de Herzog y De Meuron, espera desde hace años la solución por la que optó Santa Cruz para tocar el mar, la mar. Sólo la mar. Y tras todo este tiempo de espera, ahora la Autoridad Portuaria solicita permiso para desembarcar, desembalar y montar la Marina de los suizos, que ya vale de tanto retraso. Pero para eso hay que modificar el Plan Especial del Puerto que, por cierto, ha caducado en la nevera por no ser consumido en tiempo y forma. Entre unas cosas y otras nos pondremos en la siguiente década y la ciudad seguirá sin contagio de mar. Con lo bien que se veían las cosas desde el 6 de la Calle Rheins Chazze allá por junio de 2005, cuando los proyectos de Santa Cruz se expusieron en Londres para la admiración general del mundo.