Yo crecí columpiándome en legendarias frases subrayadas con gruesa y pueblerina ironía, que son, lo juro, las que mejor saben a cualquier hora del día, se tengan o no suficientes migas con las que tragarlas. Crecí a su sombra tan feliz, como el cura lo hace al resguardo de la sotana o el alcalde al calor del puro. Eran frases socarronas, con sentido del humor, finísima puntería y de mucho acento antiguo, como de otra época y categoría, inalcanzables para los niños de ciudad. Algunas se inventaban sobre la marcha, según el ingenio de cada cual, y otras ya venían hechas y empaquetadas, preparadas para reutilizarlas en innumerables y diferentes situaciones. Desgraciadamente, con el paso del tiempo y la tontería de la capital fui perdiendo habilidad y agudeza y, ahora, cuando lanzo una de esas, se me nota demasiado la ironía, lo que desenmascara hirientemente la intencionalidad de la frase, al igual que sus respectivas obras desenmascaran al cura y al alcalde. Sin embargo, aún recuerdo algunas de las más populares, como una que perteneció a mi infancia y que se empleaba para sugerir justo lo contrario de lo que se decía: “Mira, ahí va lo mejorcito de cada casa”. Enunciado guasón que solía llevar incorporado un leve levantamiento de barbilla y un buen cruce de brazos. Después de semejante aforismo sólo quedaba mirar al grupo e identificar caras y apellidos para llamar a cada gamberrada por su nombre. Pero una cosa era escupir “lo mejorcito de cada casa” y otra muy distinta era recitar “lo mejor de cada casa”. Lo mejor era lo mejor. Sin discusión. Así que, aclarada la diferencia, y en lo que a Santa Cruz se refiere, lo mejor de esta casa es, sin duda, el barrio de El Tablero, al que me dirijo destocada para reconocerle y agradecerle el Festival Rural de Creación que organiza al calor de los tres últimos días de septiembre. El Tablero, que se ha convertido en ejemplo y vanguardia de esta urbe, reúne una vez al año una serie de obras de teatro, conciertos, seminarios, talleres, chocolatadas, charlas, gastronomía, cine canario y unas rutas guiadas por la agricultura, arte y patrimonio del barrio que atraen cada vez a más gente y que terminará por ser un motivo por el que yo retrasaré o adelantaré mis vacaciones, para disfrutarlo.
¡Menudo chandrío!, ahora tienes cariños después de irte aventada como puta por rastrojo. Con el tiempacho que hace aquí, es mejor ahora estar entre plátanos que aquí con el panizo porque tenemos el culo prieto de cierzo. Igual soy más raro que la calentura amante, pero ¡mira que estas mucho bien allí! 🙂
«Lo mejorcico de tu casa».-
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Ja ja ja. Ay qué chandrío!!! Expresión legendaria. Un beso Javi!
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