Santa Cruz, 18:30 horas

La capital, por capital y hermana mayor de la familia tinerfeña, debería liderar el despertar de las conciencias. Ser al menos el campo de batalla, la referencia, el castigo, la voz. Ser algo. Es lo que se espera de las grandes ciudades, que todo lo engullen y todo lo regurgitan. Sin embargo, Santa Cruz no es tan inmensa ni tan fuerte. Es como es. Tiene el músculo que tiene. Y, por aclarar, Santa Cruz somos todos. Pero en estos tiempos de recortes, pérdidas de derechos, hambre y desánimo, ni siquiera las manifestaciones son lo que deberían ser en una capital. Y así, justo en medio de este cuadro, ayer mojé en el café varios renglones de inglés americano en los que se informaba al mundo de lo mal que nos va a ir en España y de cómo se van a llenar las calles de demonstrators, es decir, de manifestantes. Y es que ahora los españoles tenemos que aprender idiomas para descifrar España. Tenemos que mirarla desde fuera para saber lo que nos espera, sobre todo para no andar muy despistados por casa. Porque en casa, a veces, parece que no pase nada. Ayer mismo, en el centro de la ciudad, un policía local atendía a un turista con una sonrisa y un inglés bastante fluido, que precisamente por ser un fluido policial me llamó la atención. Un inglés así no lo maneja cualquier uniformado. Y dos calles más arriba, un negocio de comida preparada lucía cola larga, tan larga que llegaba hasta la acera. Está comprobado. En casa, con las zapatillas, la bata y el café, es como si el infierno fuera un mito. No obstante, el averno se coló dentro hace tiempo. Por eso precisamente los sindicatos canarios se han citado hoy a las 18:30 horas a las puertas de la sede de la Subdelegación del Gobierno en Santa Cruz. Para escupir tabaco amargo. A ver qué músculo saca la ciudad en esta cita. Con qué fuerza empuja. Cómo maneja la situación. Qué realidad pisa: si la del policía amable y diestro en idiomas o la del policía de toma porra y pega. Y, por aclarar, demonstrators no somos todos. Y nunca lo seremos. A lo máximo que podríamos llegar es a ser casi todos. Pero Santa Cruz anda aún lejos de este adverbio.

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