Vuelve la vieja España

Volar es como el whisky. No me gusta, pero es necesario. Es más, de tan necesarias que son estas dos cosas, algún día debería lanzarme y probarlas a la vez, a ver qué pasa. A pecado grave no creo que llegue. Como mucho a venial. Pero, mientras me decido, esos dos malos tragos los afronto por separado. En lo que al segundo se refiere, convenientemente mezclado con refrescos. Y en cuanto al intransitivo, lo asumo con un buen tranquilizante. Porque yo, sin un paliativo que amortigüe turbulencias no me subo a un avión. Por este motivo, antes de hacer maletas voy a que me hagan una receta. El proceso lo he ritualizado de esta forma: si el año ha estado sembrado en despegues y aterrizajes, acudo a la consulta una vez al año. De lo contrario, una vez cada dos. Y así voy tirando en esto de volar. Con el miedo adormecido y el estómago relajado todo se ve diferente desde las alturas. Y para distraerme aún más en el vuelo, me gasto los cuartos en un bocadillo, aceitunas, papas fritas y un capuchino. Es entonces, justo en el momento en que me ponen la bandeja y la pastilla ya me ha hecho efecto, cuando soy feliz. Algo es algo. Y este año haré lo mismo. Lo único que cambia es que he tenido que añadir un trámite más al ritual: pasar por las oficinas municipales para que me peinen a lo residente. Ser residente mola mucho porque abarata billetes y aún sobra algo para poder acudir a las urnas. Una ganga. Sin embargo, con Mariano Rajoy cabalgando las olas ya no basta con presentar el carné de identidad, sino que hay que volver a la España en la que todo se resolvía a base de colas, horarios y funcionarios. Y como esto ya lo sufrí el mes pasado, me acuso sin vergüenza de ser una de las 10.000 personas que han pasado por el Ayuntamiento de Santa Cruz para comprar el certificado de viajes, a 2,50 el folio. Una de las 10.000 que ha cogido número, se ha sentado en una silla y ha escuchado las quejas de todos a los que les salió mal el primer intento. Y, como antaño, he vuelto a sentir la emoción impagable de no saber si te faltará algún papel, alguna firma o la fotocopia de algún documento. Y es que no hay nada como escuchar el viejo himno español: “Vuelva usted mañana”.

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