Colocarse correctamente sobre el sillín de una bicicleta y pedalear es una forma de tirar para adelante. Pero hay muchas más. Por ejemplo, darle a los pedales desde el asiento de atrás o desde el guardabarros delantero o, incluso, desde el propio sillín pero sentada al revés. Las tres fórmulas están probadas y dan resultado. Eso sí, para lograrlo recomiendo entrenar sobre césped e ir con pantalones. Yo sé mucho de bicis porque es el transporte oficial de mi pueblo. Allí, en cuanto aprendes a gatear te colocan en una sillita sujeta sobre la rueda trasera y te ofrecen como sacrificio al cierzo de la rivera navarra, que con un par de soplidos te rebautiza y te deja espabilado para toda la vida. Luego, mientras creces, vas pasando de bici en bici según cambias de talla y pose. Así, hasta llegar a la última, que es la que queda apoyada en el garaje de tu casa mientras a ti te sacan a hombros por la ventana o golpeando esquinas por el pasillo hasta alcanzar la puerta. Hay que tener en cuenta que las bicis, como los ríos, tienen su peligro cuando se manejan a edades imprudentes. La primera gran caída que sufrí fue de niña: derrapé con una de rojo linaje que llevaba el manillar como Dios lo trajo al mundo, sin goma que lo forrara ni nada parecido. Aunque a veces intento recrear el resbalón, no logro descifrar cómo acabé con uno de los bordes del manillar clavado en mi frente. Pasé varios días marcada con una media luna por cicatriz, como un eclipse de risa. En Santa Cruz de Tenerife, claro, me olvidé de las bicicletas. Esta no es ciudad para desplazarse pedaleando, y el único carril recto y llano que existe para matar el gusanillo está tan estropeado que los patinadores que lo frecuentan tiritan a golpe de baches. En cuanto a los ciclistas, como montan gomas padecen menos los socavones, aunque reclaman más kilómetros. Los que hay se quedan cortos. El Ayuntamiento de Santa Cruz dice que algún día hará un carril desde Añaza hasta Las Teresitas, pero de momento es sólo una promesa sin dinero. Y de esas vamos sobrados hoy en día. Una pena. No hay nada como los recuerdos de una vida sobre ruedas.