¿Cómo se siente?

Cuando estudiaba la carrera de Periodismo, e incluso mucho antes de empezarla, había una cosa que tenía clara: ese título no me iba a servir como garantía de nada en este país. Sin embargo, y más por cuestiones de conciencia y de principios que de otra cosa, cogí aire y me saqué la licenciatura a lo bonzo, que es como creo que hay que afrontar esta carrera menospreciada e infravalorada. Una ve zterminada la función y echado el telón, salí por la puerta de atrás de la Facultad y me puse a lo mío, que básicamente consistió en seguir ejerciendo la profesión, aunque con mi lista de manías periodísticas mejor elaborada, razonada con más fundamento, editada a golpe de reflexión y autores. Algunas de estas obsesiones eran nuevas, pero había otras de vieja factura, obsesiones que fueron empeorando con el tiempo. Entre ellas, resalto una manía que tengo desde siempre, incluso desde antes de empezar a trabajar en esto. Se trata de dos preguntas que evito como puedo cuando me enfrento a una entrevista, reportaje o rueda de prensa: ¿Cómo se siente? y ¿Cómo se vive una situación así? Esta extravagancia mía, maldita por inamovible, nació directamente de los programas de informativos de la televisión, desde los que se lanzan interrogantes de este tipo a diestro y siniestro, sin distinción ni criba alguna. Ayer, por ejemplo, me sorprendí al verme cruzando los dedos para no oír esas preguntas en una entrevista que le hicieron en directo a un hombre que había perdido su casa y sus cultivos en el incendio de Adeje. Crucé y crucé, pero aquello fue inevitable: “¿Y cómo se siente?”, le soltó la periodista. Más tarde, leyendo el periódico me enteré que el alcalde de Santa Cruz ha renunciado a su paga de Navidad y además lo ha hecho extensivo a todos los concejales. Aunque, claro, no la de junio. Ese cálido mes, tanto el alcalde como el primer teniente de alcalde seguirán percibiendo más de 8.000 euros cada uno. Y, entonces, me di cuenta de que por primera vez en mi vida sí me apetecía preguntar qué es lo que se siente. Cómo se siente uno al llevarse de las arcas públicas semejante cifra en plena crisis. ¿Qué sienten? ¿Alegría? ¿Alivio? ¿Pudor? ¿Nada? Y mi manía, de repente, encogió.

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