-A ver Sol, ¿a qué te dedicas?
-Periodista soy.
No tardé ni una milésima de segundo en darme cuenta de que debería haber contestado: Soy periodista. Pero es que acababa de entrar en el pequeño cubículo en el que me iban a hacer una audiometría y la enfermera que me preguntó por mi profesión me recordó tanto a Marge Gunderson, la policía protagonista de Fargo, que me despisté de la estructura de la frase, como si fuera Yoda. Y como además tenía sobre su mesa el libro El crimen de Cuenca, de Salvador Maldonado, acabé por desconcertarme del todo. Acabé, sobre todo, temiendo enamorarme de aquella mujer, como me enamoré en los 90 del personaje de los Coen. Y es que no es habitual encontrarme con alguien que me haga sonreír con curiosidad, alguien que me sorprenda. Lo más normal es que sepa de qué pie cojea cada cual en cuanto lo veo. Cada uno tiene su rol en esta vida, y poco más. En Santa Cruz, por ejemplo, los papeles están más repartidos que nunca. Ayer, sin ir más lejos de la calle Teobaldo Power, mientras un grupo de gente gritaba a los diputados sus rabias y sinsabores, éstos entraban al Parlamento como si nada fuera con ellos, con sonrisas que delatan su esencia, por otra parte hace tiempo delatada. Ni me sorprendió el descontento de los ciudadanos, ni mucho menos la actitud de los políticos. Tampoco hacía falta habilidad alguna para saber que el Ayuntamiento no iba a desenmarañar el Plan General de Ordenación fácilmente. La maraña es muy grande. Tanto, que ahora se sospecha que fue modificado irregularmente.
-Levanta la mano cuando oigas un pitido. Si lo oyes por la derecha, la derecha. Si lo oyes por la izquierda, la izquierda, continuó mi Gunderson chicharrera.
-Vale, contesté aliviada por no necesitar sujeto y verbo.
Al final, la audiometría salió perfecta. El médico me felicitó y yo me fui tan contenta de su consulta, aunque con un pitido aún danzando en mi cabeza. Uno que no comenzó en el ambulatorio, sino el lunes, en un café, mientras leía en un periódico el siguiente titular: Cambiazo urbanístico en Valladolid. Terminé de leer la noticia, pagué el desayuno, y fue poco después de comenzar a pasear por la ciudad cuando noté ese zumbido en mi cabeza.