Cuando Jessica Guardia se desnudó para meterse en la cama la noche en la que fue elegida Reina de las Fiestas de Mayo, la falda se le quedó de pie. Más tiesa que el tronco de un ciprés. Podría decirse que era otro ente más en la habitación, una criatura a la que había que darle de cenar y hacerle hueco en el sofá. Al enterarme de esto me quedé impresionada. Yo no tenía ni idea de la cantidad de almidón y planchado que necesitan esos trajes de concurso. Y al mismo tiempo que la sorpresa, también se me subió la vergüenza a la cabeza porque, confieso, no empujo plancha desde hace meses. La imagen de aquella falda rígida, aguantando fachada gracias a sus enaguas interiores, al refajo y todo lo que haya de más allá adentro, me llevó a pensar en las Fiestas de Mayo. Y las pensé como arquitectura cuajada, condensada por la tradición. Una arquitectura sólida. Así, una vez elegida una reina que dé cierta cimentación a los actos, todo lo demás va tomando altura a buen paso, con tajarastes y carretas como enfoscado de calidad. Es decir, que la alegría bien construida a base de años no se toca ni se demuele, aunque haya poco de qué reír y mucho de qué llorar. Entre este último penar está el de los vecinos de Igueste de San Andrés, considerados derribables por la Dirección General de Costas, pero ensalzados a historia y tradición por el abogado que los defiende. Por mi parte, cuando se trata de derribos prefiero considerar la parte como un todo. Es decir, que si tiran una casa, se cargan a la familia que vive en ella. Y cuando las palas amenazan, hay corazones que se encogen de rabia. Vamos, que no hay golpe sin trauma. Pero, al parecer, la de Igueste de San Andrés no es una arquitectura de almidón armado. No lo es, a pesar de que lleva en pie desde que la noche es noche, más o menos y calculando por lo bajo. Además, mientras la tradición en tela se puede desinflar, doblar y recoger en el altillo, la de cemento es menos maleable y confiere un valor de los de a simple vista, que siempre son más abrazables. De momento, el Ayuntamiento ha rodeado al barrio con un brazo y le ha dado una palmadita. Al fin y al cabo, unas palabras de apoyo institucional ya es algo. De ahí al abrazo sólo queda un paso.