Un piso pesa mucho

Cada primavera, los santacruceros van por Méndez Núñez ‘jacarandeando’ tan contentos entre las altas jacarandas que florecen en lila y, de repente, cuando menos se lo esperan, o menos se acuerdan, se topan de frente con la feria Exposaldo, donde todo se vende bueno, bonito y barato. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, pasan de ver la vida de color pastel a pensar en tonos chillones. Así es la primavera, un sube y baja de emociones. Como a mí me agobian las colas y los porcentajes, jamás he pisado bazar semejante. Sin embargo, soy capaz de reconocer al vuelo a las personas que han besado suelo en saldo. Sólo tengo que echarles un rápido vistazo de reojo. Y es que, una vez que alguien se adentra en esa fiesta, sale marcado a lo grande y a todo color, el color de las bolsas de Exposaldo, que a nadie dejan indiferente, porque suelen evacuar el recinto en procesión uniformada. La imagen se repite año tras año, y yo la miro y la admiro desde lejos, como quien ve una bandada en plena emigración. Sin embargo, este año ha habido una novedad. En la feria se han instalado inmobiliarias y empresas constructoras con el objetivo de dar salida al ladrillo, a ver si se recupera con un cambio de aire. Supongo que han pensado que si la gente no va a la oficina, la oficina tiene que ir a Exposaldo. Habrá que ver cómo ha ido el fin de semana y si se han firmado muchas hipotecas. Lo que está claro es que un piso no cabe en una de las célebres bolsas de la feria, ni hay papel que lo envuelva por completo. Un piso se lleva mejor sobre los hombros, en tenso equilibrio entre la cima de la columna vertebral y la cabeza. Por eso, no es difícil averiguar si alguien ha comprado uno. Basta con observar el ligero encorvamiento de su cuerpo chicharrero, levemente vencido hacia adelante, sutilmente entregado a una sombra algo deformada por la inclinación y algo cansada por el arrastre de pies. Porque un piso pesa mucho. Mucho, mucho. Y en Santa Cruz de Tenerife las calles son cuesta arriba y cuesta abajo y, además, el centro está hecho con adoquines de incómoda amalgama y fácil tropezón.

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