Amaneció en Santa Cruz el día de la mala suerte (martes 13). Salió el sol, chilló la cafetera, comenzó la jornada y, con la ayuda de estimulantes, asimilamos las primeras noticias de la mañana. Noticias emitidas por la televisión, la radio y los periódicos, pero también noticias que llegaron de la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los vecinos. Primicias que pueden ir desde el hundimiento de las bolsas hasta que el del cuarto alquila su piso; o desde el recorte económico que sufren las universidades canarias hasta que el abuelo se ha caído en la cocina. Todas importantes, porque todas tienen, aunque no lo parezca, varios nexos que las relacionan. Para empezar, el sujeto que las recibe. A mí, el día de la cuenta atrás (13-12-11) me sorprendió en el sofá y sólo empecé a ser consciente de él cuando me abofeteó la cafeína. Entonces, de todos los mensajes que se hundieron en mi cerebro hubo dos con los que me quedé de inmediato: el alcalde de la ciudad se había bajado el sueldo y el techo de la estación del Intercambiador se había venido abajo. Eran dos noticias a juego con la crisis por tratarse de descensos, de caídas, de derrumbes. Aunque, claro, una más relevante que otra. Bajarse el jornal un 7% para cobrar más de 5 000 euros al mes es como poner a la venta el piso de la playa para quedarse sólo con el apartamento de París. En fin, que bien, que vale, que le aproveche el sueldo. Pero el otro suceso es diferente. Ese sí que hace pensar. Pensar, meditar, reflexionar, mirar al cielo, preguntarse si los milagros existen y hasta santiguarse. No sé cuántos kilos de peso cayeron la madrugada del martes en la estación, pero, afortunadamente, no tocaron carne. Al día de la mala suerte se le cayeron de pronto los cuernos y el tridente, la hoz y la calavera, y se transformó en el día del alivio. Alivio por lo que pudo pasar y no pasó. Bienaventurada madrugada, casi siempre clausurada y sola. Y condenada responsabilidad, siempre de mano en mano, sin patria ni bandera, buscando su lugar por los siglos de los siglos, amén.