El frío de Santa Cruz no lo parece, pero lo es. Lo he aprendido a base de osados catarros, de caminar encogida bajo el sol y de hacerme sangre al empecinarme en que la manga corta no caduca y que los 20 grados prometidos en Tenerife están hechos de un temple indeleble. Me equivocaba. Así que, dada por finalizada esta suerte de tozuda experimentación, dada por liquidada esta clara herejía, puedo afirmar con seguridad que el frío que antes olvidaba, al que hacía un vacío y con el que ni siquiera me saludaba, existe. Simplemente, llanamente, está. Pero lo extraordinario de esta temperatura de vuelo bajo que se establece en la ciudad a partir de enero es que no influye de la misma manera en todas las almas. Mientras que yo ando estos días con bufanda al cuello, rendida a la evidencia de mi fusión definitiva con la estacionalidad chicharrera, otros van a pecho descubierto por la capital, con aspecto de sobrados y mofletes sonrosados. Y cuando enfilo la última recta al trabajo a paso ligero para entrar en calor, zigzagueo entre gente que pasea con la carne al aire y se despereza, cámara de fotos en mano, en la contemplación de algún monumento de interés turístico. Este es el invierno en Santa Cruz. Bipolar. Incapaz de aclararse. Lo divertido de todo esto surge cuando en la acera estrecha del puente Serrador mi mirada se cruza con la de algún desabrigado y nos observamos incrédulos, pensando al unísono: ¡Cómo es posible! Aunque yo añado además: ¡Ya estornudarás, ya!, que es justo lo que le he dicho a una amiga del norte que se ha empeñado en venir al Carnaval de Santa Cruz ligera de abrigo, para disfrutar de la fiesta en la calle. Pero, claro, ella es maña, y hablarle a alguien del invierno aquí cuando está acostumbrado comer a dos carrillos banquetes de cierzo… Ahora sí, a pesar de que no la pude convencer de que el frío de esta ciudad no lo parece, pero lo es, al menos la dejé dudando sobre sus planes de pasar las mañanas en la playa de la capital. Ya se lo dije: Las Teresitas, cuando sopla el viento por allí, y no tiene que ser muy fuerte, más que una playa es un arenal.
… Y esa maña te agradece de corazón tus recomendaciones. 🙂
Cierto es que cuando alguien piensa en Canarias, la idea inmediata es la de coger toalla, bikini y crema solar… Por necesidad tiene que hacer calor. Y aunque allí es invierno, suave, pero invierno, hay que continuar llevando chaqueta y abrigo, pero sigue haciendo una temperatura muy agradable, que es la que te llega al corazón por el trato tan cálido de su gente. Mil gracias que llegan desde tierras mañas, empujadas por nuestro querido cierzo! 🙂
Me gustaMe gusta