El Hierro 6,5

Mi primera estancia en El Hierro desde que comenzó la crisis volcánica bajo el mar de La Restinga fue corta, sólo dos días: 17 y 18 de octubre. Fueron los dos días en que la curva de la noticia bajó de repente y muchos periodistas perdieron interés por seguir allí. El último eructo del volcán que subió hasta la superficie tuvo lugar en la tarde del 17 y, desde entonces, nada. Al menos, tuve la oportunidad de ver el postrero intento del magma por aliviar su presión.

Como yo no iba a cubrir la noticia para el periódico en el que trabajo, me dediqué a observar cómo transcurría la vida por allí, una vida adulterada por el volcán y por la presencia de periodistas. En los bares de El Pinar, habitantes del pueblo se mezclaban con corresponsales de los medios de comunicación y científicos desplazados hasta la zona. Mientras los primeros jugaban a las cartas y al dominó o veían las noticas, los segundos transmitían sus informaciones gráficas o de texto a sus respectivas empresas y los terceros discutían sobre la evolución del fenómeno.

Entrada del bar El Mentidero, en El Pinar. Foto hecha con una Nikon D300s.
Periodistas en el bar El Mentidero. Foto hecha con una Nikon D300s.
Un reportero de televisión informa desde el control de acceso a La Restinga. Foto hecha con una Nikon D300s.
El fotoperiodista Andrés Gutiérrez observa una imagen de la erupción del volcán. Foto hecha con una Nikon D300s.

Entre toda esta gente, un vecino iba de aquí para allá, entre las mesas de El Mentidero y el Bar Chachi, llamando la atención de los forasteros: Aurelio Abreu Hernández, pescador jubilado. Él podría haber contado muchas historias, no sólo por su edad, sino por las ganas que tenía de hacerlo. Pero no puede hablar. Así es que se dedicaba a mostrar a todos su habilidad con las cuerdas. Ataba y desataba nudos con sus manos siguiendo un patrón en el que combinaba la magia, los efectos ópticos y la simpatía. También hace pulseras. Yo tengo una bicolor, trenzada por Aurelio con hilos demasiado resbaladizos como para atarla bien a mi muñeca. Mi amigo Andrés Gutiérrez le dio un euro por ella.

Empeñado en explicar qué peces solía pescar, dibujó un peto en mi cuaderno y después le estampó su firma. A su lado, su amigo, Alejandro Morales, cuidaba de que Aurelio se hiciera entender y de que nosotros, los periodistas que estábamos a su lado, supiéramos qué intentaba decirnos. Con un pelo esculpido en rastas, Alejandro vive feliz allí. Tiene una casa en La Restinga y otra en El Pinar, así que tenía dónde vivir cuando fue desalojado del pueblo pesquero junto al resto de la población.

Aurelio Abreu en el bar El Mentidero. Foto hecha con una Nikon D300s.
Aurelio Abreu hace un truco con una cuerda. Foto hecha con una Nikon D300s.

A Alejandro le llaman ‘amiguete’ y practica el surf. En Tenerife, prefiere la zona de Bajamar para coger olas. Es esculto y pintor artístico. Sin embargo, el día que le conocí estaba pintando de verde una fachada de una peluquería en El Pinar para ganarse un dinero. Dentro, varias mujeres con el pelo mojado o el tinte puesto, hablaban de sus cosas. Alejandro no tenía prisa por regresar a La Restinga; “el aire allí te quema la piel”, aseguraba. Entre sus muchas actividades, también se dedica a recolectar higos y secarlos al sol para venderlos luego.

Alejandro Morales observa a Aurelio Abreu. Foto hecha con una Nikon D300s.

En el Bar Chachi, junto a El Mentidero, en la Travesía del Pino, también se venden cinturones y collares para perros. Todos están colgados detrás de la barra y debajo de botellas de ‘vino pata’, que también están a la venta, a cinco euros la botella. La mañana del martes, la camarera servía desayunos a los periodistas y estaba atenta a que todos estuvieran a gusto. Hablaba del volcán como quien habla de un nuevo vecino.

Cinturones en venta en el bar Chachi. Foto hecha con una Nikon D300s.
Un cliente del bar Chachi. Foto hecha con una Nikon D300s.

Y mientras la vida transcurría sin histerias en El Pinar, en el puerto de La Estaca, en Valverde, el barco ‘Profesor Ignacio Lozano’ había regresado ya de su misión: recoger peces muertos y muestras de agua del trozo de mar manchado por la erupción del volcán. El 18 por la tarde no había nadie en el puerto. Pudimos hablar tranquilos con el investigador Carlos Barrera, al mando en el barco.

Él y su equipo se habían acercado hasta 200 metros del foco de emanación de lava -a Barrera no le gusta hablar de ‘zona cero’, como ha oído y leído en los medios de comunicación-. Entre los datos que nos facilitó, destacó que el mar de las Calmas y en el de Tacoron había prácticamente la misma temperatura y, eso, en principio, no tiene porqué matar a la fauna y flora de lugar. “La temperatura no ha variado casi nada”, dijo. Pero sí el PH del agua.

Barco Profesor Ignacio Lozano en el puerto de La Estaca. Foto hecha con una Nikon D300s.
Carlos Barrera. Foto hecha con una Nikon D300s.

La zona de mar afectada por el volcán tiene un PH natural de entre un 8,1 y un 8,2. Pero cuando el equipo de Barrera tomó muestras, los valores habían bajado hasta un 6,5 en algunos puntos. Este descenso aumentó la acidez del agua y, por lo tanto, había acabado con muchos peces. Según el investigador, las corrientes locales habían acumulado grupos de entre 20 y 30 peces muertos. Sobre todo, ejemplares bentónicos, de fondo. La tripulación del ‘Profesor Ignacio Lozano’ encontró sin vida pulpos, calamares, galones, salamas, viejas, peces trompeta, meros, abades, sargos, morenas…

Como tabla orientativa, los valores de un PH normal oscilan entre 7 y 14. Por el contrario, un PH ácido, dañino, es el que está entre los valores 0 y 7.

En ese momento, Carlos Barrera estaba esperando la llegada por helicóptero de un vehículo submarino no tripulado, con una batería de litio que le da autonomía para 4 o 5 meses. Controlado vía satélite, obedece órdenes y se desplaza como un pez por el agua. Flota o se sumerge dependiendo de las necesidades, hasta un máximo de 1.000 metros de profundidad. El vehículo, como un mini submarino, tenía como objetivo analizar el agua. Y allí dejé a Barrera, esperando al helicóptero.

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