El 69

Sólo lo he hecho una vez en mi vida, pero el día que me tocó guardia larga y solitaria en la sede de Presidencia del Gobierno de Canarias acabé con tormento de piernas y espalda. Ese sitio está hecho para fastidiar a los periodistas que no han sido invitados a meter sus narices en negocios ajenos. Si la intención es arrancar información de alguna secreta reunión vespertina, la única posibilidad de tener algún éxito en ese lugar es quedarse en el vestíbulo, donde con un solo golpe de vista se puede hacer placaje en la escalera y en el ascensor. Sin embargo, allí no han puesto ni una mala silla donde sentarse. La patrulla hay que hacerla a pie. Aquel día del que hablo, las horas de la tarde pasaban especialmente lentas y yo repartía peso por mi cadera. No obstante, merecía la pena quedarse hasta que saliera el joven arquitecto al que yo quería echar el diente. Alejandro Zaera Polo estaba reunido con los mandamases de la ciudad para hablar de la ordenación urbanística de las manzanas 1 y 4 del polígono Cepsa-Disa de Cabo Llanos. A mí me interesaba mucho el perfil que ese madrileño de fama internacional había ideado para esa zona de la capital y, además de tener una carnal curiosidad por saber si era más alto que yo  –porque ya me habían llegado noticias de su atractivo–, también quería constatar la permanencia del espacio cultural El Tanque, encajado entre dos parcelas tasadas en más de nueve millones de euros. Ese enorme bidón de gasolina, el número 69, el único superviviente de un grupo de cien, había llamado mi atención hacía años a raíz de un artículo en un periódico nacional en el que se informaba del incierto futuro de ese espacio destinado al arte de vanguardia, premiado en la V Bienal de Arquitectura. Luego, con el paso del tiempo, yo misma tuve que abrir página con un acuerdo plenario del Ayuntamiento de Santa Cruz en el que todos los partidos votaron a favor del cese de las actividades en El Tanque. Parecía que acababan de darle la puntilla. También recuerdo al concejal del PP José Emilio García Gómez frotándose las manos, aliviado porque se acercaba el fin de ese trozo de metal que impedía la expansión del cemento. Afortunadamente, no sólo ha sobrevivido, sino que cumple 15 años. Felicidades. Por cierto, Zaera Polo salió de la reunión, me sonrió y se negó a hacer declaraciones. Y sí, es más bajo que yo.

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