Tengo una palabra que contarte: Jánovas.

Jánovas asoma en el valle del Ara. Foto de Sol Rincón, hecha con Nikon D3300.

Para los niños y niñas de Jánovas, Jesús Alonso era como el hombre del saco. Cuando lo veían aparecer corrían a refugiarse en sus casas.

—¡Que viene Alonso!

Y sus gritos de pánico se oían en todo el valle del Ara.

Al salvaje Alonso todo ese miedo le daba igual. Ni los gritos, ni las lágrimas, ni la desesperación, ni el desgarro que provocaba le importaban. Él tenía una misión que cumplir, una orden que acatar, y lo haría pasara lo que pasara.

LA MISIÓN (te cuento, te cuento..)

Alonso el cruel era esbirro de una hidroeléctrica. Y esta, a su vez, tenía la bendición de la maquinaria política y judicial para hacer lo que le viniera en gana con la buena gente de Jánovas.

Ahora, hablemos de su misión.

El objetivo era claro como una tarde de verano: vaciar el pueblo de cualquier forma de vida, destruir las casas e inundar toda la zona.

Y el motivo, oscuro como las noches sin luna en el monte: construir un embalse para la producción de energía eléctrica.

Por supuesto, había que expropiar. Y así lo hicieron. Los bárbaros expropiaron con mentiras y acuerdos injustos.

Hubo gente que, tras firmar sin saber que estaba siendo engañada, abandonó sus casas y sus tierras, y se marchó.

Pero otra, no.

Y es a esta gente a la que tanto odiaban Jesús Alonso y sus jefes.

Entonces… ocurrió.

EL SUCESO DE LA ESCUELA (o el arte de abrir una puerta)

Supongamos que el día del suceso Jesús Alonso se levantó con el pie izquierdo, que se derramó el café en la entrepierna, que su señora esposa había salido con sus amigas la noche anterior y había regresado risueña y feliz, o, por qué no, que brillaba el sol.

El caso es que ahí estaba, con su peor malhumor, derribando a golpes la casa expropiada de la maestra, mientras en el piso de bajo las clases continuaban como cada día.

Y es que ¿por qué clausurar el colegio en pleno curso escolar si todavía no habían comenzado las obras del embalse?, se preguntó la máxima autoridad política de educación en la zona, dejando que los niños y niñas siguieran acudiendo a sus clases mientras el agua no anegara el lugar.

Pero uyyyyyyy, esa decisión reconcomía a Alonso por dentro.

Así que…

Bajó las escaleras tan rápido como pudo (nos figuramos, claro, porque si lo hubiera hecho lentamente hubiera pasado de cruel a psicópata. Dejémosle un margen de salvación) y derribó la puerta de la escuela de una patada.

Podía haberla abierto como cualquier hijo de vecino ¿no? Incluso podía haberla abierto de forma airada, por supuesto. Pero no. Le dio tal patada que la puerta se soltó de sus goznes y cayó panza arriba.

Los niños y niñas se dieron un susto de muerte. ¿Gritaron? ¿Lloraron? ¿Se arrinconaron juntos al ver entrar al ogro que tanto temían?

Quién sabe. Tal vez hicieron un poco de todo eso.

El caso es que Alonso cogió a la maestra de los pelos y la arrastró fuera de la escuela. Y a los pequeños los echó con patadas, empujones e insultos.

¡Vaya modales! Todo un desalojo violento e ilegal.

Los progenitores de los peques no se quedaron callados, no. ¡Faltaría más! Denunciaron el hecho ante la inspectora de Enseñanza Primaria de la zona, María Rosario Pie, quien, sintiéndose que le faltaban al respeto (vaya usted a saber por qué), los denunció por injurias.

Finalmente, el juez de turno condenó a los padres y madres denunciantes a un mes y un día de arresto y a pagar las costas procesales.

¡Oh yeah!

La escuela de Jánovas, ya reconstruida y convertida en La casa del pueblo. Foto hecha por Sol Rincón Borobia con Nikon D3300.

LA TAZA DE TÉ Y EL DEDO MEÑIQUE (la palabra Jánovas tiene tela, lo sé)

En fin, continuemos.

Yo me las imagino con una delicada tacita de porcelana en sus manos y sorbiendo el dulce té, con el dedo meñique levantado.

Hubo una época en que me las imaginé con una copa de champán francés, pero me dije: ¡Despierta, que no estás en una novela de Scott Fitzgerald!

Confieso que tampoco estaban bebiendo té. Pero, me las imagino así. Y si me apuráis, con pieles de zorro sobre sus hombros.

Me refiero a las esposas de los ingenieros de la hidroeléctrica, subidas a un alto del valle mientras observaban cómo la dinamita volaba las casas de aquella buena gente.

Las explosiones ocurrieron sin previo aviso para los habitantes del lugar.

¡Boom! ¡Boom!¡Boom!

Pequeños y mayores, muertos de miedo, corrían a refugiarse donde podían mientras, allá arriba, los ingenieros y sus esposas disfrutaban del espectáculo.

La dinamita acabó con tres casas abandonadas: Casa Sarrete, Casa Chaquis y Casa Marité. Pero, como todas las del valle, esas tres también estaban hechas con piedra. Y la piedra (¡oh la la!) saltó por lo aires para caer luego sobre todo lo que había alrededor, incluidas casas habitadas.

No hubo muertos.

Pero el pánico, el saber hasta dónde eran capaces de llegar los salvajes para asustarles y obligarles a abandonar su tierra, les afectó.

Menos mal que las autoridades, una vez que conocieron el suceso, prohibieron el uso de dinamita, ufff.

LA RESISTENCIA (Jánovas: qué palabra más inspiradora)

Resistir era difícil.

Casas abandonadas y casi derruidas, desolación, amenazas de todo tipo, burlas, desamparo, miedo, pobreza.

La justicia y la política no estaban de parte del pueblo.

Los años fueron pasando y la presa seguía sin hacerse, pero ¡por mis muertos que esto es ahora personal y os vais a largar todos de vuestra tierra aunque las obras no empiecen nunca, muertos de hambre!

La gente se fue marchando.

¿Toda?

¡No!

Francisca Castillo y su esposo, Emilio Garcés, decidieron aguantar.

Se convirtieron en la resistencia.

Y ejercieron como tal durante 23 años.

Su valentía se convirtió en la voz del valle del Ara. Entre ellos y algunos vecinos que se habían marchado hacía tiempo siguieron luchando en los despachos políticos, en los juzgados, en la calle, en los medios de comunicación… sin descanso.

Su lucha inspiró canciones a cantautores y grupos musicales; levantó en pie de guerra a asociaciones ecologistas; los periodistas se rindieron ante la evidencia de una injusticia; miles de personas se arrepintieron de haber dado la espalda a ese pequeño pueblo que era masacrado a orillas del río Ara.

La resistencia se hizo graaaaaande.

Mientras tanto, el embalse seguía sin construirse.

Al final, la hidroeléctrica vendió su derecho a construir el embalse a otra empresa del gremio.

El pueblo, ya no era pueblo, solo era Francisca y Emilio.

Pero, de repente, llegó él.

Una calle de Jánovas. Foto de Sol Rincón Borobia, hecha con Nikon D3300.

Y LLEGÓ ÉL (con su integridad a prueba de balas)

Juan Luis Muriel entró en escena, ¡viva!

Por aquel entonces, era el de Secretario General del Ministerio de Medio Ambiente, a cuyas manos y gracias a la resistencia, llegó el proyecto del embalse.

Y lo leyó. Todo, todito.

Y… ¡ay mi madre! ¡si este proyecto contraviene todas las normas medioambientales del universo! (ya, ya, me he pasado). Pero, vamos, que la cosa pintaba mal para la hidroeléctrica y así se lo hizo saber al ministro, su jefazo.

Pero uyyyyyyy, esa noticia le reconcomía por dentro al ministro.

—¡Anda, Juan Luis de mi alma!¡Firma que el embalse es una obra muy bonita y necesaria y me harás muyyy feliz! Un día de estos nos tomamos unas cervecitas ¿vale? —Algo así debió decir.

Afortunadamente, Juan Luis no se acobardó. El proyecto suponía un daño enorme para el medioambiente y así lo dictaminó y firmó. Ahora bien, su integridad le costó el trabajo. Su despido llegó de forma inmediata.

JÁNOVAS NO REBLA (La palabra evolucionó a una forma de ver la vida)

Jánovas no rebla, no. Es decir, no se rinde, no da un paso atrás en su lucha. Porque, aunque los herederos de aquella buena gente que fue maltratada y echada de su tierra han recuperado sus propiedades, ahora se enfrentan a la reconstrucción de las casas y los espacios públicos, además de la recuperación de los servicios básicos de cualquier pueblo.

Jánovas es un pueblo, y una inspiración.

Pero necesita seguir luchando.

Lo necesita porque:

  • fue destrozado para nada.
  • sus habitantes fueron expulsados de su tierra.
  • ahora necesitan dinero para hacer de nuevo el pueblo.
  • y porque, después de todo, nadie les ha pedido perdón.

CRÉDITOS (Ya ya, nadie se los lee).

  • Jesús Alonso, en el papel de Jesús Alonso.
  • Hidroeléctrica. Esto es muy lioso por las fusiones, compras, cambios de nombres y demás cosas que hacen las hidroeléctricas. Pero, para resumir, la hidroeléctrica que primero machacó al pueblo fue Iberduero. Después, Iberduero pasó a formar parte de Iberdrola. Finalmente, el asunto del embalse pasó a manos de Eléctricas Reunidas de Zaragoza (actual Endesa).
  • María Rosario Pie, en el papel de María Rosario Pie.
  • Ministro. Bien, el ministro de Medio Ambiente que aparece en esta historia es Jaume Matas (sí, ese al que han procesado por una docena de delitos y condenado a la cárcel). No obstante, antes que él, la ministra de Medio Ambiente fue Isabel Tocino, la cual también pidió a Juan Luis Muriel que intentara aprobar el embalse.

TE REGALO UNA ESTRELLA

Eyyyy, bien hecho. Como premio por leer los créditos, te voy a regalar una estrella.

Para poder verla en el cielo, entra aquí, pon tu nombre y deja un comentario de apoyo a Jánovas.

Cuando lo hagas, asómate a la ventana esta noche y mira hacia arriba.

THE END

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