Torres del Río

Torre de la iglesia del Santo Sepulcro.
Torre de la iglesia del Santo Sepulcro.

Ofelia se ha levantado y el frío le ha dado los buenos días y un abrazo. Una vez vestida, coge una chaqueta de lana para abrigarse más y, sin darse cuenta, se la pone del revés. Seguidamente, se la abrocha con un imperdible dorado y se centra en sus quehaceres. Las primeras horas de la mañana pasan rápidas y rutinarias en su casa. Desayuna, limpia, ordena, prepara la comida… hasta que, de repente, antes del mediodía, suena el teléfono. Se trata de una pareja que quiere visitar la iglesia del Santo Sepulcro. «Sí, soy yo. Enseguida voy», contesta.

Ofelia llega hasta la iglesia, saluda al hombre y a la mujer, y abre la puerta. La pareja entra, mira a su alrededor y le gusta lo que ve: una estancia románica de planta octogonal, con una bóveda de ocho arcos enlazados que forman una magnífica estrella en el centro, de influencia mozárabe. Cenefas ajedrezadas, cabezas de animales salvajes, pequeños ventanales con hermosas celosías coronadas con siluetas de castillos que evocan Jerusalén… Él ha leído que la iglesia pudo pertenecer a la Orden del Temple, y no le cuesta nada imaginarse allí mismo a un místico y solitario templario que, arrodillado y cabizbajo, vela su espada toda la noche mientras promete servir a Dios y a la Orden. También ha oído que en la torre de la iglesia se encendían hogueras para guiar por las noches a los peregrinos del Camino de Santiago, y así lo expresa en voz alta.

Ofelia, cobrando la entrada a la iglesia del Santo Sepulcro.
Ofelia, cobrando la entrada a la iglesia del Santo Sepulcro.

En ese instante, Ofelia niega con la cabeza y se irrita. Asegura que lo de las hogueras no es posible y que está un tanto harta de oír esa historia. Cuenta que su marido vio cómo estaba la torre cuando la abrieron para restaurarla, y allí no había restos de hogueras. «¿Tú sabes cómo deja una hoguera las paredes? ¡completamente negras! Y más si, como dicen, aquí se encendían hogueras continuamente. Pero no, las paredes de la torre no tenían ni rastro de que allí hubiera habido fuego», explica. Acto seguido, expone su teoría. Para ella, está claro que cuando los escritos describen la torre como un faro guía, se refieren a que era un lugar de recogimiento. Que las personas que se cobijaban en ese lugar, fueran quienes fuesen, lo hacían para meditar, para dejarse llevar por el silencio y las oraciones y guiar sus almas hacia el camino correcto. Digamos que la torre les guiaba hacia Dios.

Una vez rotas las distancias, Ofelia sigue hablando de esto y lo otro, casi todo relacionado con la iglesia y con símbolos templarios que hay en algunas casas del pueblo, Torres del río, como la Cruz Tau, la Cruz Paté… incluso la iglesia tiene a su entrada una cruz parecida a la Cruz Patriarcal de los templarios. Más animada, también muestra a la pareja otro elemento que contiene la iglesia, aunque nada tiene que ver con ella, sino que fue puesto allí mucho después, hace relativamente poco: un porta velas con un cruz invertida. Ofelia se encoge de hombros cuando la pareja se asombra.

Cruz en la iglesia del Santo Sepulcro, parecida a la Cruz Patriarcal de los templarios.
Cruz en la iglesia del Santo Sepulcro, parecida a la Cruz Patriarcal de los templarios.

 

El porta velas con la cruz invertida.
El porta velas con la cruz invertida.

Es hora de marchar. El hombre y la mujer dan las gracias a Ofelia. Esta les dice que ha sido un placer y que en esta época del año hay pocos peregrinos que pasen por Torres del Río, es febrero y el frío disuade a muchas personas de emprender el camino hasta Santiago. Ofelia se queda sentada un rato más en la entrada de la iglesia, sobre la piedra románica, en un lugar al sol. Dentro tiene una mesita y una silla para cobrar entradas y atender a los y las visitantes, pero hace tanto frío en el interior que prefiere estar afuera, calentando sus huesos. La chaqueta que lleva no ha resultado suficiente para templarle.

 

 

 

 

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