Día de los enamorados

Nunca he visto a Santa Cruz mojar sus pies en SanValentín. No sé si, llegado este día, la ciudad organiza bailes, coloca adornos en las calles o discurre otro tipo de tretas que a medianoche la conviertan en balada. Pero es que yo crezco al margen de ese santo. Y aunque me doy cuenta de que cada 14 de febrero los supermercados venden fresas en recipientes con forma de corazón, lo cierto es que siempre he andado bastante distraída por esta fiesta anglosajona, a la que conozco de encontrármela de vez en cuando en las películas. Pero cada uno asume el romanticismo a su modo. Los comerciantes, por ejemplo, más que asumirlo lo explotan. Flores, tarjetas, joyas, lencería y bombones se hacen fuertes en los escaparates del centro e intentan engatusar a los consumidores garantizándoles onomatopeyas de amor al final del día. Sin embargo, este año parece no haber suerte. En la capital tinerfeña ya no se vende como antes, a granel. Más bien se despacha a cuentagotas. Las parejas de la crisis se apañan con un leve –casi etéreo– detalle y la promesa de algo extra para más tarde, cuando los demás duerman. Inevitablemente, los enamorados en paro vuelven a las manualidades, a las jornadas temáticas en el dormitorio y a los paseos por el García Sanabria o Las Teresitas. Para mí que la cosa mejora. Aunque, claro, no desde el punto de vista del comercio de Santa Cruz, que además tiene que encajar San Valentín con la extenuación que imprime el Carnaval en los bolsillos de los chicharreros, por mucho botellón que se haga. Porque esta ciudad hermana el amor con la mascarada y eso es mucho desgaste. Las atracciones de la fiesta cuestan lo suyo, lo mismo que los churros con chocolate, las papas locas y los perritos calientes de madrugada. Así que, en esta capital, a San Valentín se le recibe acorde con los tiempos que corren: en riguroso orden de preferencia. Y aquí, entre gastar en Carnaval o invertir en tradición anglosajona, se sigue optando por lo primero. Si bien, hay veces que los planetas se alinean, las estrellas se fugan y las brujas conjuran para que del Carnaval surjan las más bellas historias de amor. Que eso también es posible.

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