La valla

Un día, mientras rondaba una resaca carnavalera, vi una nube de azúcar rosa clavada boca abajo en el agujero de uno de esos pilones de plástico verde que el Ayuntamiento evacua por la ciudad para marcar territorio y avisar a navegantes de que ahí no hay neumático que valga. La vi, y a esto estuve de fotografiar la composición como paradigma del carnaval chicharrero (sinecdóticamente hablando, como diría Pepe Baeza, de La Vanguardia). Sin embargo, pasé de largo. A fin de cuentas, mi asociación de ideas era mala. Quizás hubiera servido para hablar de otros asuntos, como el plan estratégico que preparan los municipales para la capital, pero no, desde luego, para escribir sobre la fiesta precuaresmal, que era mi objetivo. Así que no me arrepentí de haber esquivado la foto. En realidad, durante esa mañana no encontré inspiración ni pelucas que perseguir, y me dio la sensación de que andaba por un fin de semana cualquiera, aunque más afeado de lo habitual. Una de las zonas más desaliñadas que encontré fue la de la plaza de España-Alameda del Duque de Santa Elena, que, en calidad de primera impresión de los cruceristas, dejaba mucho que desear. Como si hubiera perdido los papeles, como si se hubiera metido en la cama sin desmaquillar, la zona daba pena. La alambrada que rodeaba el estanque, que amordazaba el jardín vertical y que acompañaba a los turistas que comían en las terrazas de bares y chiringuitos, daba un aspecto carcelario y marginal a esta parte del centro. Además, la basura y un escape de agua sucia no hacían sino empeorar la relación de la ciudad con el turismo y reconsiderar el trato cortés que suelen mantener cuando andan sobrios. Ya se sabe, o el tratamiento es de usted a usted o de tú a tú, cualquiera sirve, pero siempre con la balanza equilibrada. Sin embargo, no me dio esa impresión el sábado. Mientras varios extranjeros pagaban cara la comida de uno de los puestos más selectos del Carnaval, a su lado se balanceaba un trozo caído de valla, por donde pasaba un tubo roto que vomitaba líquido blanco y enmarcaba el paisaje seco y con desperdicios del estanque. Si se trata de protegerlo, un cerramiento con fotos de las vistas que se quieren ocultar hubiera sido más propio.

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